Imposible
huir de una de sus miradas,
dicen demasiado en un duelo imperdonable de apenas un pestaneo.
Me humillo frente a su permanencia en mí,
me acobardo y empequeñezco
con cada impacto de su dulce agresión.
Cada cruce es una derrota que eclipsa y no puedo disimularlo.
Es, un dialecto que convoca a cada segundo,
y destruye, elegantemente.
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