Dulce acoso, afable como un anzuelo.
Se apretujo tan cerca de su cuerpo que aún sin tocarlo lo sentía.
La aturdio con sus silencios, con cada roce de su piel.
Todo fue una coartada perfecta.
La contaminó con su perfume...
Con cada caricia dañó poco a poco ese muro intraspasable,
destrozando la defensa, la falsa valentía,
la ocultada debilidad frente a esa dulzura tan disimulada...
Disolvió la distancia que ella creaba para no caer en su juego,
esfumo su soledad en ese pedacito de tiempo compartido.
Camuflo su imprudencia con inocencia dejando de contar el tiempo
y decidió, entonces, regalarle (cargado de sensaciones) un beso único...
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