
Se acurrucó junto a su cuerpo, y éste ahueco su pecho para dejarla descansar.
Tomo una bocanada de su perfume, el primer paso al delirio, fabricante de deseos, brutal.
El anzuelo fué su dulzura, amputó dudas.
Solo un insólito instante que hizo eco en cada una de sus células.
Surgió, como apocaliptica, una conexión extraña entre ambos.
Él, la decoro con caricias, colonizó su gastado corazón,
y se abotonó lentamente a su cuerpo en una suave agresión...
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