Comienza el día, abre sus párpados, recuerda la rutina que la espera para este nuevo día, y en él.
Se despereza más de una vez, se obliga a salir de entre esas sábanas que la toman prisionera, y a poner en marcha su sistema energético... El día va a empezar aunque ella se niegue a empezarlo. Piensa en él.
Se desliza hasta apoyar los pies en el piso frío, que despierta sus adormecidos (aún) músculos, y camina a pasos de procesión hasta una cocina a oscuras. Necesita desayunar. Y piensa en él.
Acomoda su aspecto, pelo y corazón, como todos los días, aún cuando la rutina varia. Se observa en el espejo y piensa en él. Sonríe.
Sale a la realidad que comparte con un resto, y como sí una fuerza externa la moviera, camina. Inercias cotidianas y él, en su cabeza...
Después de una larga jornada, regresa a su refugio cotidiano. Recuenta las veces que lo pensó e imagino charlas. Tal vez demasiadas, o no, demasiadas pocas.
Se conecta a esa virtual vida compartida. y esta él, para recordarle como se siente el amor...
Solo cotidianeidad resumida, que se modifica poco a poco, al pensarlo...
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