Silencio.
No abrió los ojos para no romper el encanto.
Apretó más sus párpados, agudizó sus oídos. Silencio.
Recorrió con su mano, buscando a su lado y no lo halló.
Recordó, entonces, que todo izquierdo tiene un derecho y busco.
Silencio.
Ausencia a su alrededor.
Entristeció,
sus ojos no querían hacer consciente lo que su sentido del tacto confirmaba.
Como si hubiese lugar a dudas, volvió a acariciar aquellas sábanas, las rozó una vez más, y ese roce se sumo a cientos de roces que acumularon una noche atrás...
todavía conservan una suavidad y un perfume ajeno...
Negada a abrir sus ojos,
desperezó sus extremidades, se enredó en los restos de esa presencia fugitiva e intentó volver a creer que ese sueño fue real...
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